martes, 30 de octubre de 2007

Una tarde excesos



Podría parecer esto una especie de melosa página para desmotivados, o un romántico espacio para el lector suicida, pero es tan sólo un exceso que pudiera ser leído con voz pueril.


Esta tarde de excesos me hace ruborizarme, quizá por la extenuante cantidad de carbohidratos que hemos consumido, y que a pesar de que observo en mi cuerpo una notable diferencia aún sonrío.Yo no cambiaría mi tarde de excesos por nada.


No hay manera más hermosa de ser premiada por Dios que entrar a una casa que no es mía, ordenar comida chatarra, en la espera atragantarnos con el postre y continuar tragando como lechones, beber saliva, tú de la mìa y yo de la tuya para no ahogarnos. Encender la mesa con besos, terminar en una nube recostados, crear eclipses solares, dormir, despertar, sonreirnos y volver a dormir. Yo no encuentro mayor presagio...


Y he aprendido que cualquier exceso tiene sus consecuencias, de esta exuberancia no hay mayor secuela que esta pesadez en mi sangre y en la báscula una eminente alteración. Pero no se si es por los besos o por las calorías.


¿Cuántas calorías podría tener un beso tuyo?, ¿cuántas que no me importa?, prefiero ser una apesadumbrada obesa que perderme de ese beso tuyo y ser una alegre anoréxica.


Si seguimos como un par de idiotas hambrientos taponeándonos de caricias y subiendo de peso, nos vamos a perder. Esta relaciòn ya anuncia una gran decaída, pero yo he de ser feliz cavando en mi hoyo si estoy a tu lado.